miércoles, 16 de febrero de 2011

Las puñetas de Pérez Botija

Debe saber el lector que Eugenio Pérez Botija fue el primer catedrático español de Derecho del Trabajo y que obtuvo su cátedra por oposición en 1944 en la recién creada Facultad de Ciencias Políticas y Económicas de la Universidad Central de Madrid. Antes había sido, asimismo por oposición, de Derecho Administrativo. No lo conocí de modo personal, pues, cuando falleció en 1966 a los cincuenta y cinco años, yo estudiaba segundo de Derecho en la homónima Facultad de la Universidad ya Complutense y lejos estaba de intuir siquiera que habría de dedicarme en el futuro al estudio de aquella disciplina común.

Debe saber también el lector, como yo lo llegaría a averiguar mucho después, que Eugenio Pérez Botija era de por sí una persona de trato elegante y exquisito y gustaba además de proyectar ambas condiciones a su siempre cuidado atuendo. De este modo, a nadie extrañó en su momento que don Eugenio encargase nada menos que en Malinas, con ocasión de un viaje realizado a esta ciudad belga celebrada por tales filigranas, unas puñetas sobre fondo rojo para la toga de su traje académico, ya se sabe, ese encaje o vuelillo con que se adornan los puños de determinados vestidos solemnes. Quiso que fuese este color el soporte de la prenda y no el naranja del centro al que pertenecía y del que llegó a ser decano. Lució siempre orgulloso tan envidiable adorno en los muchos actos oficiales en que intervino, hasta que a su muerte la viuda María Palancar decidió ceder el atributo al más distinguido de los discípulos de su esposo, Luis Enrique de la Villa Gil, que a su vez lo ha portado durante cuarenta y tres años y también, aunque por última vez, en el acto de su investidura como doctor “honoris causa” por la Universidad de Salamanca que tuvo lugar en el histórico Paraninfo el pasado día 19 de junio.

Tras esta ceremonia, el profesor honrado tomaba la generosa decisión de donar las famosas puñetas a quien esto escribe, padrino de los fastos, “para que, si esa es su voluntad, las utilice en cuantos actos académicos intervenga a lo largo de su todavía largo recorrido profesional, donándoselas en el momento que libremente determine a alguno de sus queridos discípulos”. Así lo escribió el maestro antes de que las puñetas fueran descosidas en grato y emotivo encuentro al día siguiente de todo. Y así lo haré, amigo noble y entrañable.

Manuel Carlos Palomeque
[Publicado en La Gaceta Regional de Salamanca, 27 de junio de 2009]  

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