miércoles, 16 de febrero de 2011

Las bicicletas de Friburgo

Hay varias ciudades en el mundo con este mismo nombre, pero yo voy a hablar aquí de la más famosa de todas, suponiendo que las demás también lo sean, que no es otra que Friburgo de Brisgovia, situada al suroeste de Alemania, en el land de Baden-Württemberg, al borde occidental de la Selva Negra, donde nace el Danubio, y a corta distancia por igual de Francia y de Suiza. Es una villa medieval de doscientos mil habitantes, que conserva espléndidos monumentos góticos y renacentistas, con su puntiaguda y oscura catedral a la cabeza, y cuenta con una prestigiosa universidad fundada en la mitad del siglo XV, una de las nueve poseedoras de la excelencia académica que otorga el gobierno federal, en la que hace unos días tuve la fortuna de ser ponente en un congreso europeo de mi especialidad.

Lo primero que llama la atención del visitante, más allá de las riquezas arquitectónicas de la ciudad, es la profusión de bicicletas que recorren sin cesar sus calles y paseos, a bordo de las cuales personas de toda edad y condición, bastante mayores algunas de ellas,  hacen gala de su buen gusto por el ejercicio físico y la conservación del medio. Cuentan estos vehículos, por cierto, con multitud de carriles específicos a lo largo y ancho de la población, a pesar de que su amplio centro urbano, peatonalizado o no, se mantiene por completo y durante las horas del día libre de otro tráfico rodado que no sean, además de las bicicletas, unos confortables y ecológicos tranvías. Claro que por todas partes se han instalado extensos aparcamientos en superficie para las dos ruedas, en línea o batería, bajo cubierta o a la intemperie, con barras o ganchos de sujeción o sin ellos, que de todo hay al servicio de la nueva idea del tránsito ciudadano.

Abundan por doquier asimismo paneles electrónicos que dan cuenta al instante de los indicadores de la salud ambiental del lugar, como los niveles de ozono y de anhídrido carbónico por ejemplo, y no sólo de la hora o la temperatura a que estamos acostumbrados por aquí. Que yo sepa, Friburgo no está hermanada con Salamanca, aunque sí desde luego con Granada, entre otras ciudades europeas que pueda recordar ahora, pero cuánto tienen aquellas dos en común, desde su envidiable historia universitaria hasta su recinto monumental exuberante, además de una fisonomía urbana comparable. Y, al propio tiempo, créanme ustedes, cuán distantes entre sí a la hora de hacer uso de las bicicletas.

Manuel Carlos Palomeque
[Publicado en La Gaceta Regional de Salamanca, 4 de octubre de 2008]

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